¡Vaya viajecito el de Madeira! En casa, y con retranca, bautizamos el rodaje como Relax & «Siniestra». Fue en marzo del año 2017. Y, que editado exactamente tres años después, durante la cuarentena global de 2020, parece que el apodo le sienta, desgraciadamente, muy bien.

El buen tiempo no acompañó nuestro rodaje. Viajamos desde Madrid haciendo escala en mi amada Lisboa. Todo fue según lo previsto hasta que, en el segundo vuelo, después de vueltas y vueltas sobre la isla, no se pudo aterrizar por las condiciones meteorológicas. Y de vuelta a la capital portuguesa.
Yo que soy muy catastrofista nunca considero estar de vacaciones hasta llegar al sitio y tener el control sobre el alojamiento. Soy consciente de que hay cuestiones que en ciertos viajes no puedo controlar y que estas cosas siempre pueden pasar. Sí, antes dije que iba de vacaciones. Me cuesta mucho desconectar y, sobre todo, descansar como hacen la mayoría de los mortales. Si tengo el privilegio de poder permitirme unos días de vacaciones al año la primera pregunta que me hago es si llevo la cámara o no. La idea de crear la serie Relax & Siesta es precisamente ayudarme a frenar la mente, incluso cuando estoy con una cámara en la mano. Es una forma de canalizar mi hiperactividad en algo que de alguna forma me relaja. La otra manera de gestionar esa energía, que además crece porque tengo mucha curiosidad sobre los sitios que no conozco y una necesidad de aprovecharlo al máximo es ir a islas. Mis colegas dicen que hacemos viajes de personas casi jubiladas, pero es mi estilo de controlar mi ansiedad y limitar el espacio que puedo conocer en menos de una semana.
Llegamos a Lisboa y esperamos las indicaciones del personal del aeropuerto. Nos trasladaron en autobús a un hotel cercano, que con el atasco de hora punta de la tarde se convirtió en una hora de viaje en lugar de 15 minutos. Nos dieron la hora de cenar, pero no pudimos comer todo el avión a la misma hora y tuvimos que esperar por una mesa libre. La única información que teníamos es que a las 5 de la mañana teníamos que estar en pie. En nuestro caso, sobre todo de vacaciones, a esa hora era más probable que estuviéramos acostándonos que levantándonos.
Creo que no dormimos ni dos horas. Cogimos el desayuno que estaba amontonado en la entrada del hotel y a esperar al autobús. O mejor dicho, a esperar que los autobuses llegasen porque éramos muchas personas esperando uno y no veíamos más que la gente espabilada subir primero. No era nuestro caso.
En el aeropuerto empezaron a colocarnos en vuelos. Tuvimos suerte porque el nuestro salía en breve. Y tanta suerte tuvimos porque había bastante cola en el acceso a las puertas de embarque y pudimos perderlo. Creo que es donde más ansiedad pasé porque soy de las que le gusta ir con tiempo de sobra y no correr.
Cuando llegamos a Madeira, otra vez tocó sobrevolar la isla en círculos para ver si el viento dejaba maniobrar al piloto. Debimos dar unas cuantas porque me dormí y me desperté aún dando vueltas. Mi acompañante dijo que si volvían a mandarnos a Lisboa se negaba a volver a intentarlo. Me encanta Lisboa pero me agobié porque sería el doble de gasto porque ya había pagado todo lo de la isla con anterioridad.
Afortunadamente nos dispusimos a aterrizar. Para quien no lo sepa, el aeropuerto de Madeira es uno de los más peligrosos del mundo. Aterrizar saliendo de una curva en el aire fue un pico de pánico y adrenalina considerable. De hecho, yo acepté la posibilidad de morir y me relajé tanto, que de haber pasado me hubiera muerto en paz. Fue incluso revelador. Diría que ayuda hasta a superar el miedo a volar.
Llegamos un día después de lo previsto, sin apenas dormir, con mucho cansancio acumulado y encima el tiempo no acompañaba mucho aquellos días. Viento y lluvia que alternaba con nubes y sol. Por si fuera poco, había contratado con anterioridad un viaje en catamarán para la observación de cetáceos, pero alguien confundió el día. Soy culpable. Cosa que nunca me suele ocurrir porque soy de las que revisan mil veces la fecha y el horario. Afortunadamente, los de VTMadeira me llamaron y me dijeron que podíamos ir al día siguiente sin problemas.
Otra cosa que nos ocurrió, es que el día que decidimos hacer senderismo, a pesar de la lluvia y la niebla, me empeñé en visitar alguno de los picos más altos, porque a veces el pico está despejado y ves las nubes debajo de ti. Es resultado es que estaba nubladísimo, empezó a granizar a lo loco, dimos unas vueltas un poco a ciegas y, por suerte, no llegamos a quedarnos sin gasolina.

Salir de la isla, también tuvo sus complicaciones. Hubo un momento en que el aeropuerto no tenía ningún avión: se podía despegar, pero no se podía aterrizar. Se retrasó nuestro vuelo y, como consecuencia, no llegaríamos al vuelo de Lisboa a Madrid y eso que soy de las cuento con posibles retrasos y no cojo escalas con poco tiempo entre vuelo y vuelo. Tuvimos que hacer noche en Lisboa una vez más. Afortunadamente, al día siguiente era festivo y no supuso problemas para nuestros trabajos.
Espero que esta publicación no desanime a nadie a visitar esta isla. Son meras anécdotas. Hay muchos aspectos de los que disfruté muchísimo porque estoy enamorada de Portugal, de su idioma, su gente, su gastronomía, etc. Al estar realizado con una humilde handycam y un monopié, el tiempo meteorológico me lo puso difícil. Sin embargo, refleja ese punto del clima subtropical y esa saudade tan propia de esta cultura y tan parecida a mi morriña galega. Sentimientos tan acordes a lo que estamos vivimos durante esta época de pandemia, donde la vida y la muerte tienen el respeto que merecen. Además, la acertada música del pianista y compositor Cristóbal Delgado acentúan este sentir. Deseo que disfrutes de este vídeo como yo de realizarlo. Pese a las circunstancias, me considero muy afortunada de poder compartirlo. Si lo ves seguro que te apetece visitar esta joya del Atlántico:
Mientras escribía esta publicación he revisado las fechas de aquel viaje que empezó, precisamente, el mismo día del Estado de Alarma por COVID19 en España: el 13 de marzo. Lo más curioso es que el vídeo de Relax & Siesta, aunque estuve a punto de modificar los segundos por superstición, dura 23 minutos, 13 segundos y 13 fotogramas. Y, aunque no lo parezca, si revisas esta publicación de nuevo, verás que aquí no se habla más que de suerte y fortuna: todo salió relativamente bien pese a las circunstancias.