Me interesa mucho la conducta humana, tanto individual como social y, en un momento histórico como es este de la cuarentena por el nuevo Coronavirus, no puedo dejar de analizar ciertos comportamientos, sobre todo en el mundo de la cultura, que es el que me atañe.
Ya conté en una entrada de este blog que mi/nuestro último documental fue concebido para subirlo libremente a la red, pues mi intención era meramente activista. Si bien, mi entorno me convenció que activismo también es valorar nuestro trabajo y que para subirlo libremente a la red siempre había tiempo, consiguieron convencerme y no lo subí. Me veo en la tesitura de mencionar que la cultura libre no es lo mismo que la cultura gratis y que, prácticamente, todos mis trabajos están liberados en la red, pero son dos cuestiones que ahora mismo no vienen a cuento. Personalmente, no compartí mi documental ni con gente muy cercana a la que quiero mucho, situación con la que me ha costado gestionar. Sin embargo, tengo que admitir que sí he hecho excepciones y he pasado el enlace privado a personas que han sufrido violencia de género, sobre todo psicológica, porque conozco estos casos de primera mano y sé que les puede ayudar a lidiar con ciertas situaciones.
Desde que acabé el documental en 2019 me he convertido en distribuidora, la gente tiene más curiosidad en mi trabajo porque no tiene acceso libre a él (triste pero cierto), he proyectado en cines con taquilla por primera vez en mi vida, etc. Puedo decir que, por fin, había recuperado o, mejor dicho, recaudado algo del dinero invertido, aunque algo muy simbólico. Debido al bicho y el Estado de Alarma ya lo he vuelto a perder. He perdido lo recuperado y, también un poco más. Aún así, me planteé subirlo a la red durante la cuarentena, aunque solamente fuera un día. Incluso antes de que hubiera esa fiebre de compartirlo todo. La percepción social es que si haces cultura tienes (y debes) que ponerlo en abierto por el bien de la Humanidad, incluso parece que, inconscientemente, es como si fuese un arma que fuera a salvarnos a la población del virus que nos acecha. Desgraciadamente, a corto plazo solo nos salva del aburrimiento y aumenta la moral de apoyo, que no es poco en estos tiempos. He de decir, para que no se me malinterprete, que soy de las que piensan que el arte es más que un arma en la sociedad en la que vivimos pero, una vez más, no es el tema que me compete ahora mismo.
Por principios, mi respuesta ante distribuir mi último trabajo libremente durante la cuarentena es un no rotundo. Y ahora voy a exponer mis razones.
Como siempre digo: el marketing lo carga el diablo. Es una disciplina que conozco. No lo digo en vano. La línea entre el altruismo y el interés en marketing y promoción es muy difusa y hay personas que no dudan en usarlo vilmente y, en consecuencia, engañan a la gente sin ningún escrúpulo. Por otro lado, las personas que son artistas de verdad, ya lo eran antes de la cuarentena. Es por lo que para mí, esta falsa solidaridad que profesan algunas personas y empresas en compartir cultura para vender una imagen solidaria me produce mucho rechazo, porque es, cuanto menos, muy oportunista. Esta es una de las razones principales por la que me niego a compartir mi último trabajo: por el dichoso marketing, que ni en época de cuarentena nos libramos de él. Hay muchísima cultura libre de siempre, no hay falta de recursos en el ocio y en el entretenimiento, precisamente es en el campo artístico donde hay de sobra. Vean, lean, escuchen, disfruten la cultura de todas mis compañeras y compañeros que siempre la han tenido libre. Haberlos/as/es haylos/as/es. No caigan en el artista impostor que no comparte, si no que, indirectamente, solo quiere vender o promocionarse.
Está bien ser personas solidarias en épocas difíciles como la actual o, en la fecha por excelencia, la Navidad, pero hay que intentar serlo siempre, tanto como público como creador/a. Yo, por fortuna o por desgracia, tengo un sentido muy estricto de justicia y no me motiva el dinero (¡así me iba en el mundo antes del COVID19!), así que soy muy consciente de cuando me intentan vender algo. Por eso, repito, no puedo evitar sentir mucho rechazo a este tipo de conductas. Hay una diferencia muy grande entre informar de un producto o servicio, visibilizarlo y dejar que, sin compromisos, la gente decida. Otra muy distinta es tener la intención de engañarla y manipularla conscientemente para beneficio propio. El marketing es una herramienta que, pese a las circunstancias actuales, algunas personas lo siguen usando para fines meramente individualistas y egoístas, así que, por favor, no le llamemos solidaridad. La solidaridad se basa en lo común y lo colectivo. Agradecer a todas las personas que son lo más solidarias posible en su vida diaria. Contagiémonos de solidaridad para la sociedad post-COVID19. Porque por unas razones u otras, la vamos a necesitar.
Actualizaciones:
Actualizo esta entrada para compartir la visión de Elvira Lindo con su artículo «Coronavirus en tiempos de ego» y, a colación, añadir lo que está denunciando el colectivo Frydas sobre las personas con diversidad obligadas a un confinamiento permanente por falta de recursos: «Ojalá esta situación suponga un punto de inflexión y permita repensar las circunstancias de encierro en las que vivimos muchas personas por múltiples motivos. Es hora de acabar con todo tipo de barreras y fomentar unos cuidados más humanos dentro de la sociedad. #YoMeQuedoEnCasa»
Nueva actualización para ampliar este texto con un artículo de Mónica Zas, titulado «Las editoriales se enfrentan por regalar libros en la cuarentena: «Las facturas no van a dejar de llegar por la crisis«.
Artículo de Rosalía Sánchez sobre el hecho de que «Alemania incluye a la cultura entre los `bienes de primera necesidad´.